A veces ni siquiera sé cómo empezar
ciertas cosas, justo como en este momento. Tengo ideas desde hace mucho; pero
siempre las decisiones a tomar, son decisiones de todas formas, por lo cual, se
mantienen girando bastante tiempo en mi cerebro.
Estoy sentada frente a “la gran puerta de madera”, justo en el lugar donde creen que las personas siempre
tienen calor, pero lo que a mí respecta, ya casi me estoy congelando.
Parece que alguien va a abrir la puerta después de
mucho tiempo, he estado casi dos horas, esperando a que termine el horario de
refrigerio. Y ese aire acondicionado estaba matándome.
-
¿Srta. Allende; es usted, verdad? – me dijo
un joven de mas o menos 30 años mientras me miraba a través de sus gafas.
-
Sí, soy yo – Le respondí con un tono más
formal del que suelo utilizar.
-
Adelante, el Maestro la ha estado
esperando – respondió.
Me puse de pie, demostrando mi serenidad y mi educación
(aunque no voy a negar que mis piernas temblaban y hacia mil cosas al caminar
para que no se notase). Mientras tanto pensaba en lo que el joven me había
dicho: “el Maestro la ha estado esperando”, si me ha estado esperando, ¿Por qué
no me hizo pasar antes? Y se evitó que “yo lo esperara”, increíble.
Pase a una oficina que más parecía
un suite, me invitaron a pasar a una salita donde habían unos cuantos mueble
muy confortables; me senté, el olor, ese olor a tela nueva invadió mi nariz
casi al instante; a lo lejos una Sonata de Beethoven, “Claro de Luna”, se oía nítidamente;
dándome ganas de bajar el volumen por completo; estaba nerviosa, fácilmente me
encontraría con personas que no veía hace mucho; y no es que no me guste esa
pieza, sino que durante toda mi etapa en ese lugar, me pasé estudiando y
memorizando cada obra; el análisis, el contrapunto, la armonía, etc, de cada Sonata
de diversos autores; y pensar que entré en esto amando el Rock & Roll, y
asistiendo a conciertos en los bares de New York. De toda mi clase, la única que
nunca había sentido esa emoción de euforia y desdoblamiento del alma mientras
tocaba el instrumento antes del primer concierto era yo (según lo que mis compañeros
decían); mi Maestro me decía que no había nacido para la música, pero
milagrosamente sacaba la puntuación más alta de la clase; en consiguiente,
aunque muchos no toleraban mi aspecto casi “metal” ,y mi look al asistir a la ópera;
oficialmente, me avalaba mi record académico.
No hacía más de un ano que
regresaba a mi país, y ni bien lo hice, las escuelas e institutos de música se
pusieron en contacto conmigo; increíble, la misma gente que quiso sacarme a
patadas, me llamaba ahora a dictar clases como titular de sus escuelas. Aun me
cuestiono si estaré haciendo lo correcto, al aceptar a la Academia Nacional de Música;
aún quería viajar por el mundo subsistiendo de la música, en cuanto lugar se me cruce en mi camino.
Un hombre mayor de unos 45 años, se
aproximó a donde yo estaba.
-
Srta.
Allende, mucho gusto – me dijo mientras ampliaba una extraña pero amable
sonrisa.
-
Buenas tardes; recibí su oferta hace una
semana, me pareció interesante por eso decidí llamar ayer para separar una
cita. –le respondí de manera satisfecha.
Y en unos cuantos minutos de plática,
tenía mi mano unida a la suya, en sentido pacto. Empezaría el lunes, firmamos
unos documentos y demás procesos
burocráticos. Era oficial, ya no sería más Lot Allende, ahora era la Maestra Carlota
Allende; detesto mi nombre, siento que no va conmigo, me hace sentir abuela.
Ahora, mientras salía de allí, me
preguntaba ¿Cómo sería mi vida esta vez?, si bien es cierto amo probar cosas
nuevas, pero esto, nunca estuvo planeado para mí.
© Copyright artesco 2011 Todos los derechos reservados powered by A1.PERU
ResponderBorrar